Revisión de días perfectos | El drama es la delicada representación de lo ordinario de la vida.

¿Cómo se hacen las películas? A la hora de crear uno, el cineasta necesita encontrar un tema que sea mínimamente interesante para captar la atención del público y luego convertirlo en una historia. Esto les sucede fácilmente a algunos, como Yorgos Lanthimos quien, a través del surrealismo, nos presentó una especie de Frankenstein que cobra vida en Pobres criaturas; o Celine Song, que se centró en las relaciones humanas interrumpidas por el tiempo en Vidas pasadas. Ya estoy en eso días perfectos, Esta construcción fue diferente. La idea era hacer un documental sobre la limpieza de los baños públicos en Japón, pero el alemán Wim Wenders convirtió este argumento en una auténtica obra de arte.
La idea de ficcionalizar una vida cotidiana puede no parecer la más atractiva del mundo, pero con suficiente inteligencia y perspicacia se puede convertir en una película de primera calidad. Sin perder tiempo en lo innecesario, pero sí tomando un respiro para dejar que el espectador profundice en lo que realmente importa, la película cuenta la historia de Hirayama (Koji Yakusho), un hombre de mediana edad que trabaja en una empresa de limpieza en Japón. hasta dejar impecables los baños químicos de Tokio, y eso es lo que hace sin quejarse.
Inmerso en una vida metódica, Hirayama apenas habla y se dedica a tres pasiones distintas: escuchar música, leer libros y fotografiar árboles. Su vida parece demasiado normal, pero cuando su sobrina aparece en el pueblo, el escenario cambia.
La mayor revelación de la película no es este punto de inflexión en la vida del protagonista ni los pocos diálogos que ofrece. Lo que hace que la película sea magistral es cómo representa una “vida bestial” con tanta singularidad. ¿Cómo puede ser feliz un limpiador de baños? ¿Cómo puede una persona que tiene un trabajo que la sociedad desprecia tener todavía un motivo para sonreír? ¿Tienes pasatiempos?
La mirada dulce pero extremadamente cierta a la realidad de la vida del trabajador hace dias perfectos ser, al mismo tiempo, un puñetazo en el estómago y un abrazo al alma. Sin olvidar las diversas dificultades a las que se enfrenta un trabajador común y corriente en su día a día, también demuestra que perseguir la vida perfecta que venden los medios es como perseguirse la propia cola. Hay belleza en ser ordinario, hay belleza en despertarse cada día y tomar una foto de un hermoso árbol, hay belleza en limpiar baños y ganar tu propio dinero, incluso si el mundo quiere devorarte en una máquina de chupar proletaria.
La internacionalización del Japón moderno
Otro golpe de dias perfectos es que no sigue el estereotipo de Japón tan común y visto en la mayoría de películas ambientadas en el país. Wenders pinta un Japón moderno e internacionalizado, en el que las canciones nacionales conviven bien con éxitos de otros lugares. Y como la banda sonora es algo totalmente relevante en la película, canciones de bandas como Terciopelo subterráneo y Otis Redding compone la banda sonora y demuestra lo bien que funciona esta mezcla.
Ahora bien, hablando de fotografía, está claro que la película logró trabajar bien todos los colores. Los tonos claros, casi explosivos, contrastan con algunas escenas muy oscuras y sirven para reforzar el esfuerzo del protagonista por llevar una vida limpia, correcta y sin nada que ocultar. Los tonos azules, grises y negros exageran cierta melancolía que acecha a la protagonista.
Y es así, apostando por el equilibrio y la ácida crítica social, que el director alemán logró transformar la idea de un documental –que probablemente pasaría desapercibido para gran parte del público– en una película que compite por el 2024. Oscar en la categoría Mejor Película Internacional. Sutil, simple, bella y hasta dolorosa, dias perfectos Merece la oportunidad de hacerte llorar.